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Foto: Pisadiablo |
En la
cocina hay una mesa negra con una pata rota. Papá ha confeccionado dos bancas
rústicas de aliso que se apoyan en trozos de adobes. No hay más muebles, salvo
una tarima de palos donde mamá guarda sus ollas de barro que papá trajo de
Jancos. También hay un tiesto renegrecido por el ollín. Sobre la mesa cuelga
una lipa para guardar los quesillos
que nos trae una de mis tías. Si no tuviéramos esas tías, nos recuerda mamá, no
sabríamos que sabor tienen los quesillos.
En una
barbacoa de cañabravas cubiertas con pellejos de güishas que hacen de colchón dormimos todos. Nos divertimos mucho
dándonos pataditas bajo los pullos
hasta que mamá nos regaña reclamando que no la dejamos dormir. Cuando tenemos
visita nos toca “arrearlo” de casa para no darle posada porque no hay espacio
en la cama.
Cuando sea
grande trabajaré en las minas de oro, con todo el dinero que gane, compraré una
casa nueva y esta casa vieja, que ya empieza a derrumbarse, la regalaré a los
pobres que viven en las barriadas de Cajamarca.
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