Freitag, 5. August 2011

Relatos cortos


I.
El anciano, con mucha dificultad, marcó el número de teléfono de su hijo. Se escuchan los pasos que se acercan al aparato.
-¿Aló?...
-Aló, te llamo para comunicarte que estás desheredado.
-¿Estoy quéeeee?
-¡Que estás desheredado! Clamó el anciano.
-¿Ah, sí? Pero si no tienes nada que heredar.
-Claro que sí. Quería dejarte todos mis sueños.
-Tus sueños no me sirven de nada, tengo mis propios sueños. Le contestó el muchacho.
El viejo molesto colgó y salió de su habitación. Se dirigía al WC cuando se cruzó con su hijo que se aprestaba a colgar el auricular.

II.
Soñaba con la más amplia libertad. Remontar valles y montañas. Cruzar los mares, o sea, volar sin fronteras. Una mañana se despertó optimista, se acercó al balcón y convertida en paloma se echó a volar, pero se olvidó considerar que los cazadores poseían una endiablada puntería.

III.
La muchachita asomó su rostro por la ventana. El chico le pidió que saliera para que vayan a desenredar los colores del arco iris más allá de los cerros. La muchachita vino y se colocó a su lado. Se percataron de la fiereza del sol, el calor flameaba sobre sus cabezas.
-Oye, le dijo, mejor vamos a jugar a la guerra popular.
-Ya pues, contestó, alzó los hombros y la siguió.

IV.
Muchos discuten los derechos de la creación de la vida en el planeta. Pero nadie podrá discutir que cada día entre sueños te voy creando y recreando. Por eso cada vez apareces más hermosa.

V.
Los sueños de un pez

Esta historia la contaba mi padre.

El pez soñó con una laguna de agua azulverdosa. La laguna, desde su altura, vigilaba la vida de la ciudad que se erigía bajo unos cerros de crestas coloradas. Si el pez se movía, la laguna se rebalsaba, volcaba los cerros y la ciudad desaparecía.
Al despertar, el pez tuvo miedo de moverse, entonces siguió durmiendo.


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