Montag, 9. Januar 2012

Nuestra casa

Foto: Pisadiablo
La casa que habitamos es vieja y maltrecha. Las paredes han empezado a desmoronarse en algunas esquinas. El techo está cubierto de paja y tejas, muchas de ellas rotas y en la temporada de lluvias gotea tinteneantemente hacia dentro de la habitación donde dormimos. A pesar de esto vivimos aquí, porque mamá dice que somos pobres, y cuenta que peor vive la gente en las barriadas de Cajamarca.
En la cocina hay una mesa negra con una pata rota. Papá ha confeccionado dos bancas rústicas de aliso que se apoyan en trozos de adobes. No hay más muebles, salvo una tarima de palos donde mamá guarda sus ollas de barro que papá trajo de Jancos. También hay un tiesto renegrecido por el ollín. Sobre la mesa cuelga una lipa para guardar los quesillos que nos trae una de mis tías. Si no tuviéramos esas tías, nos recuerda mamá, no sabríamos que sabor tienen los quesillos.
En una barbacoa de cañabravas cubiertas con pellejos de güishas que hacen de colchón dormimos todos. Nos divertimos mucho dándonos pataditas bajo los pullos hasta que mamá nos regaña reclamando que no la dejamos dormir. Cuando tenemos visita nos toca “arrearlo” de casa para no darle posada porque no hay espacio en la cama.
Cuando sea grande trabajaré en las minas de oro, con todo el dinero que gane, compraré una casa nueva y esta casa vieja, que ya empieza a derrumbarse, la regalaré a los pobres que viven en las barriadas de Cajamarca.

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